Soy Suficiente
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Ilustración: Hulya Ozdemir |
Cuando vamos adentrándonos en el camino del auto conocimiento y empezamos a observar nuestros pensamientos, muchas veces nos damos cuenta de algo evidente: tenemos continuamente pensamientos hostiles y desaprobatorios sobre nosotras y lo peor, es que los justificamos, y consideramos que en cierto punto esa vocecita de juicio y de desaprobación interior tiene la razón, ya sea a modo de castigo para aprender a ser mejores, o bien de comparación por que “deberíamos ser” distintas: más ordenadas, organizadas, más cariñosas, menos negativas o gritonas, más presentes, más conectadas, menos complicadas, etc. Estos pensamientos son parte de la manera en que culturalmente se nos ha inculcado de creer en que la mejor manera de corregir un mal hábito es a través del castigo, no del amor; que los errores se sancionan y desaprueban, no se consideran parte de un aprendizaje, de un camino; que hay una manera buena de ser y una mala (niña buena versus niña mala, o buena madre versus mala madre), olvidamos que estamos en un aprendizaje continuo y que siempre tratamos de hacer lo mejor que podemos.
La mayoría de las veces nos enjuiciamos y tendemos a ver todo desde la de la falta. Ponemos el énfasis en lo que NO somos y se nos olvida apreciar toda nuestra luz. De ahí la potencia de la frase “Soy Suficiente” donde no cabe el “debería ser así o asá”. Con esta frase me acepto ahora, por lo que soy, integrando mi luz y mi sombra, en lo que tengo para dar en cada momento.
Todas brillamos, el problema es que no lo sabemos. Aprender a reconocer nuestra luz es potenciarla y hacerla evidente para todos. Es la ley del Universo, a lo más, más. Si hacemos el hábito de poner el foco en nuestra luz interna, en nuestras cualidades y dones, estos brillarán en nosotras con más fuerza.
Les propongo un sencillo ejercicio: primero respira hondo, aquiétate unos segundos (puedes hacerlo mientras lees estas palabras). Luego piensa en tres cosas que hayas hecho bien hoy y por las cuales te debes felicitar, no debe ser nada extraordinario, como por ejemplo: no me enojé con los niños mientras peleaban, escuché a una amiga con problemas, elegí un desayuno saludable. Si la tentación de recordar acciones o momentos donde “deberías” haber actuado de otra manera persisten en tu mente, simplemente acógelos, no te culpes ni castigues por ellos, consuélate a ti misma diciéndote que estás aprendiendo, así como cuando un niño o niña empieza a caminar y se cae miles de veces, así mismo estamos aprendiendo a ser luminosas, nos caemos a ratos, pero además brillamos con nuestro amor a diario, de eso se trata el ejercicio de hoy. Las invito a mirar su luz en lo cotidiano.
Con amor.
Rosario.
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